Buenos días, mundo!
comparto este relato-experiencia sobre una tormenta de arena que me pilló por sorpresa en el Sáhara. Cuando sobreviene algo así una cree que no tiene herramientas, pero las tenemos. Nos tenemos a nosotras mismas para sobrevivir a la tormenta y nos tenemos unos a otros. Espero que os ayude en estos tiempos de pausa obligada y con mucha arena (o información) invadiendo nuestros hogares (o mentes). Tormenta de arena Cuando llegué al Sahara llovía en el desierto. La lluvia había mojado la arena y el trayecto en jeep hasta el campamento fue fresco y tranquilo. Pero cuando hice el trayecto en sentido contrario el sol de los días ya había secado la arena y todo cambió. Regresábamos en un autobús y el ambiente era animado y alegre: risas y mandarinas compartidas cuando el conductor anunció que se había levantado una tormenta de arena. Nosotros, occidentales y ajenos a este fenómeno y sus implicaciones, seguimos charlando y riendo mientras la arena, imperceptible, se iba filtrando por los resquicios del autobús. Paulatinamente. Fuimos callando a medida que la arena ocupaba el interior del autobús. Empezamos a taparnos. Nos cubrimos la boca y la nariz con los pañuelos que nos han reglado en el campamento, les llaman zan. Nos ayudamos unos a otros. Humedece el zan, me dicen. Me dan agua. Es imposible respirar sin humedad. Lo supe entonces. Una arena finísima lo llena todo. Cada uno se vuelve hacia sí mismo. Cerramos los ojos. La velocidad de la respiración desciende, asciende entonces la quietud, el silencio. Trato de inhalar la mínima cantidad de aire posible. Descubro que si entra el pensamiento ¿cuánto va a durar esto? o ¿lo podré soportar mucho tiempo?, si entra ese pensamiento, con él llega el pánico, la respiración se acelera, entra más arena y puedes ahogarte. Lo mejor es no pensar y concentrarse en inhalar la mínima cantidad de aire posible. Aquietarse. Desalojar todos los pensamientos. La mínima cantidad de aire posible... Permaneces concentrada absolutamente en tu respiración no puedes precisar cuánto tiempo. Estás a salvo. En tu apenas perceptible respiración estás a salvo. Entreabres los ojos porque quieres ver cómo es un desierto en el aire, la niebla ocre. Ahora, que estás dejando que entre el mínimo de aire posible en tus pulmones para sobrevivir a la tormenta; ahora, que estás en completo silencio, que nada en ti se mueve, sintiendo el cuerpo y olvidando el cuerpo simultáneamente; ahora, solo ahora, puedes abrir los ojos y ver. Has vencido a la tormenta.
1 Comentario
Buenos días, mundo!
Facebook me pide que diga algo sobre mí para que las personas sepan quién soy. Y a mí esta petición me genera cierto estupor: tengo que decir a los otros, las demás personas que no son yo (¿o sí?) quién soy yo, que no soy ellas (¿o sí?) ¿Lo veis? Para que el supuesto "otro" sepa quién es la supuesta "yo", primero he de saberlo yo misma (más que nada para dejarnos de suposiciones ilusorias): ¿quién soy yo? pregunto. ¿Quién soy yo? Si permanezco ahí, en el interrogante, sin buscar en mi mente respuestas inteligentes o salidas ingeniosas e inciertas, si me quedo quieta en la pregunta ¿quién soy yo?, se abre un espacio vacío de palabras-pensamiento, un silencio espaciado donde todo, absolutamente todo (tú, yo, ahora, antes, después, enfermedad, muerte, nacimiento) está ocurriendo sin más intervención que su propio orden. Podría decirse que ni siquiera está ocurriendo nada, las cosas simplemente son. Las esferas encuentran su armonía en ese espacio donde no existe algo a lo que alguien pueda llamar yo. En su lugar, hay descanso-paz, alegría-amor, libertad para simplemente ser. Ahora comprendes la frase "la verdad os hará libres" y parafraseas: " la verdad acerca del yo, o su ausencia, os hará libres" porque te sabes libre de ti y libre del tiempo. Curioso. Quedarse quieta tiene muchas ventajas. La quietud mental, entiéndase. Es otra manera (para mí la única real) de proteger verdaderamente la vida. Esta meditación en la pregunta ¿quién soy yo? (o cualquier otra que te sirva) protege nuestras mentes del miedo y de la ignorancia. Os la recomiendo. Y esto es cuanto puedo decir sobre mí. P.D.: si unes las frases en negrita sale un bonito poema. El viento, las amapolas, el tridente de Neptuno, el mes de marzo.
Pronto llegará la primavera. Es tiempo de sacar los trastos viejos, lo que no sirve ya. Vaciar cajones, armarios, mentes saturadas de viejos apegos o resentimientos. Tiempo de vaciar y vaciarse. Es tiempo de ser como el viento, su alegría, su libertad. Después haremos una hermosa y cálida hoguera y el fuego hará lo suyo: reducir a cenizas nuestra vanidad, dejarnos vacías y libres para contemplar el espacio inmenso que queda tras el incendio. En Valencia tenemos las Fallas para recordarnos cada año las bondades del desapego. ![]() Si no lo has leído todavía, quizás es el momento. Si ya lo leíste y te has rendido, vuélvelo a leer. En mi opinión este libro es la vacuna para el peor virus que puede infectar a una escritora o a un escritor y que puede llegar a matarle: dejar de escribir. Cito: Escribir es mágico; es, en la misma medida, que cualquier otra arte de creación, el agua de la vida. El agua es gratis. Conque bebe. Bebe y sacia tu sed. |
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